Recent Posts

jueves, 28 de octubre de 2010

Cuento 2

Parte 1

-Entiendo, es raro de explicar, pero créame que le entiendo. No solo a usted se le desfiguran las imágenes. Y no hablo de sustancias que producen ello, porque eso sería fácil de explicar, o de locuras pasajera o crónicas. Sino más bien, de un algo que está dentro y hace que las cosas experimenten cambios repentinos. Aunque siempre su forma sea la misma, no cambia ni un milímetro, el agua sigue siendo agua que corre de la canilla o que gotea del borde de la ventana. Esa mesa sigue siendo la mesa de todos los días. Pero muchas veces la siento moverse. Sé que vibra. Sé que está aprisionada en nuestra realidad. Al menos, en la mía y en la de usted que la está mirando ahora mismo. Podríamos filosofar infinitamente sobre si es o no la misma mesa tanto para usted como para mí, o si realmente existe en nuestro espacio, etcetera etcétera. Eso no es el punto. El punto aquí es que esa mesa, esa silla, ese florero vacío, habla de una manera difícil de explicar, pero mucho más difícil de contener. Y así es con todas las cosas. Sean objetos concretos o canciones que penetran en lo más profundo del oído para golperte bien fuerte ahí adentro donde se guardan las pertenencias de nuestros sentimientos. Si, Julio, es raro de explicar, pero créame que lo entiendo perfectamente.

"entiendo perfectamente..."
Esas palabras, como palomas perdidas mirándome con un solo ojo, como olas de marea baja golpeteando a lo lejos de la costa, pero no tan lejos, sino tanto como para poder nombrar a esa marea baja y que en toda la playa se tenga en cuenta como noticia para entablecer un diálogo sobre mareas y sobre la luna, y sobre que los yankis nunca llegaron en realidad y que calor que hace, pero el agua está tan fría que, mejor, Ricardito no te metas más al fondo querés? A este tipo se le mueven las cosas, le vibran, y le creo, y le creo que me entiende, pero a medias. Porque sé que me está macaneando y está llevándo la conversación a términos más bien semióticos. Pero... cómo hago yo para hacerle entender que todas estas cósas son como vórtices hacia ningún lado, o a todos lados, o hacia paredes que se derrumban sobre otras que se regeneran. Que sé yo de todo esto! Solo sé que ahora mismo, siento como una..., si es así, ahora mismo, mientras miro por la ventana del café a una mujer que cruza la calle cuidando de que no se le suba la pollera con el viento. Es como si todo lo demás no estara, ahora veo a esa mujer que cruza y es un vórtice que me lleva a dónde no sé. Todo sigue igual, yo en el café con Alfredo Mancia, tomando unas cervezas negras, bajo un ventilador que tira aire caliente y poco mueve las servilletas con su soplido, ahí está afuera nomás, ese resoplido de tormenta inacabable por estos días, esa mujer que cruza, ese hombre detrás del puesto de revistas leyendo la última de crónica, y todos son vórtices que me llevan a todo el mundo que está adentro y afuera mío, si es así, ahora mismo, siento como una playa en mis zapatos.

Pocas veces en mis últimos años, que podría llamarlos años más intelectuales por decirlo así, he encontrado personas como Mancia. Me atrevería a sentenciar que en realidad, una o dos personas más son de la misma clase que Alfredo. Entre ellas, se encuetra Esteban, por supuesto. Siempre susurra en mi oído aquella primera vez en que hablamos de los túneles a otros lugares que producen tanto las personas como los objetos. Y es increíble, como estos últimos, a veces, resultan más vertiginosos que las personas, logrando un simple humo de cigarrillo, transportarme hasta quién sabe dónde y de repente sentir que una montaña rusa ha entrado en mis manos y sentir cosquillas en los dedos. "Aunque me veas aquí, yo estuve dentro de este salero", me había dicho Esteban aquella tarde, en que comíamos en el restorán de la Avenida Rivadavia. Recuerdo clara la escena. Habíamos pedido una parrillada para dos personas, que disfrutamos complacientes. hablando siempre de varias cosas, siempre los interrogantes nos acechaban y nos gustaba discutir sobre cosas totalmente irrelevantes para cualquier otro comensal, pero que a nosotros quizás nos dejaba una noche en vela, o al menos, pensando la respuesta para el encuentro posterior que muchas veces era totalemente casual.
El mozo, se habia llevado los platos y los cubiertos, quedando en la mesa, tan solo las copas, las cucharitas para el postre, y el salero. En un momento, me retiré al baño y cuando regresé ya estaba la escena plantada en nuestra mesa. Esteban, miraba fijamente el salero, pero no estaba viéndolo. Ya no estaba en el restoran. sus ojos estaban observando otra cosa que no estaba ahí ni más cerca. ni siquiera sabía bien que es lo que estaba mirando. Yo contemplé la escena unos segundos y vi a =Esteban tan quieto como un árbol. No podía dejar de imaginar a ese árbol que movía su copa por la brisa. Tan cálida, tan tenue y perfumada. Un olor a flores que no podía distinguir pero que me recordaba a las mermeladas caseras de mi abuela en la casona de Villa Ballester. Ahi, me detuve sin querer. No se por qué de repente sesé mis pensamientos como si se cortara la luz. Ese sopetón que siempre tenemos cuando se corta la luz, esa desazón y esa extraña incertidumbre. Cuando vuelvo a mirar a Esteban, el seguía estando en la misma posición, como si todo ese tiempo no hubiera transcurrido nunca. Pero sin embargo, si había transcurrido, porque cuando volví a verlo, yo estaba mucho más cerca de él, más precisamente, sentado en la mesa.
Ese vacío me inquietó sobremanera. No pude meditarlo mucho. Ahí mismo, el mozo se acercó para ofrecernos un rico helado de postre. Esteban, lo miró indiferente, y le dijo que mejor le trajera un flan con crema.

-Te noté como demasiado concentrado - le dije- en que andás vos?
-No te asustes, ni te sorprendas tanto. No es algo tan terrible. Simplemente.. creo que pensaba.
-En? -creo que notó rápidamente que no le creí nada de lo que me había respondido. Si sentí una especie de miedo al verlo inmóvil, con ambas manos apoyadas en la mesa, contemplando casi perdidamente al salero. Creo tambíen que sentí algo de sorpresa, y aunque estaba de acuerdo de que no era tan terrible, lo primero que se me cruzó por la mente, es que algún asunto jodido lo tuviera a maltraer. Simplemente pensaba, pero simplemente, pensaba demasiado.
-Que tipo jodido que sos eh, te me quedás ahí mirando, incrédulo. No te podés resignar con una simple respuesta? Ya con otro, hubiéramos cambiado de tema y estaríamos hablando del partido del domingo.
-Es que, Esteban, te conozco más que vos, eso lo sabés. Aunque estoy convencido de que esta faceta tuya que mostraste recién, no la tenía registrada. Algo te tiene mal, viejo?
-No, no, las cosas me van, digamos... como deben ir. Ni bien, ni mal. Este pequeño lapsus, es otra cosa. Es algo que no se como explicar sin que pienses que es una tontería o que, preocupándote, me tomes por un paranoico.

Un gesto me sobró para hecerle entender lo contrario. Quién más que yo para atender a esos asuntos.
-Mirá, Julio, como decirlo... hay veces, que siento un movimiento en los objetos. En las personas también, pero más que nada en sus objetos, o en partes de su cuerpo, como sus orejas, ojos, o cualquier otra parte. Claro que este movimiento, no lo describo como un movimiento normal, un movimiento físico, sino más bien, que es un movimiento que se produce dentro mío. Podría decir, que cuando veo que algo se mueve, como este salero recién, lo que se mueve en realidad es algo adentro mío. Siento una vibración en los objetos, siento que vibran en mi cabeza, y cuando sucede, el objeto ahora es un túnel. Y me meto en él, por unos segundos, todos mis pensamientos comienzan a aparecer rápidamente y a mesclarse y buscar conecciones donde no las hay, y así disparo ideas y más ideas que no puedo dominar, y mientras voy viajando por ese túnel, voy entendiendo cosas que antes no sabía, pero que apenas al salir de él, se me desvanecen y ya no las recuerdo más, me quedan solo palabras sueltas, o frases sin terminar, solo eso.

No pude hacer otra cosa que comparar lo que me dijo con lo que solía pasarme a mi. De hecho, con lo que acababa de pasarme mientras lo miraba a él. Estas cosas que se mueven, que se esfuman en mi mente y se conviernten en otras cosas, en otros mensajes. Mi mente hace excursiones mientras viaja entre los objetos, podría ser llamada simplemente una persona de gran imaginación, pero no, acá hay algo distinto. ¿Soñar despierto? Puede ser. Ojalá hubiera sido algo sencillo, algo de quince minutos. Algo que no me haga relacionar lo que me pasa con mis pensamientos, junto con lo que le pasa a Esteban y sus viajes sin recordar nada.

- Sabés Julio, aunque me veas aquí, yo estuve dentro de este salero.
No atiné a decirle nada porque lo comprendí.
- Tengo, Julito, algo que decirte, algo que recuerdo. Recuerdo una frase sola, pero tiene que ver con vos, estoy seguro.
Hizo una pausa, soltó la cuchara y me miró suavemente, dudando, parecía que no quería que lo tomara por loco.
-... las flores rojas, Julio. Algo con las flores rojas.

0 comentarios:

Publicar un comentario